Veníamos trabajando la encíclica FRATELLI TUTTI, publicada en el año 2020, bajo el nombre de Caridad social y Política, donde vuelve a tomar el tema político. Destacando una preocupación de Francisco darle a la política una visión de servicio en el amor, para bien de todos, teniendo como fin el logro del bien común y así tratar de extraer de ella todo interés de promoción y logros individualistas y personales, ajenos a las verdaderas necesidades sociales.
Ahora nosotros queremos mostrar que El Papa Francisco había tocado estos temas, en la Carta Encíclica LAUDATO SI, publicada en el año 2015, donde trata este tema, sobre el amor civil y político, en el capítulo sexto: Educación y espiritualidad ecológica.
En Laudato Si, en el capítulo seis, en los puntos 228 a 232, Francisco nos dice, que el cuidado de la naturaleza es parte de un estilo de vida que implica capacidad de convivencia y de comunión y hace hincapié que tenemos a Dios como nuestro Padre común y esto nos hace hermanos, con la característica de que el amor fraterno sólo puede ser gratuito, nunca puede ser un pago por lo que otro realice. Esta gratuidad nos tiene que llevar a amar y aceptar hasta a los enemigos. Por eso podemos hablar de una fraternidad universal.
Por lo tanto, hace falta sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo, y que vale la pena ser buenos y honestos. Porque el intento de destruir todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros con el fin de preservar los propios intereses, y provoca el surgimiento de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del medio ambiente y de la humanidad.

Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde tenemos que romper la lógica de la violencia y del egoísmo.
El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de caridad, que no sólo afecta a las relaciones entre personas, sino a las macro-relaciones, como lo son las relaciones de grupos sociales, económicos y políticos. Por eso la Iglesia propuso al mundo el ideal de una “Civilización del Amor”. El amor social es la clave del auténtico desarrollo, y para plasmar una sociedad más humana, más digna de la persona, es necesario revalorizar este amor en la vida social, a nivel político, económico y cultural haciéndolo la norma constante y suprema de la acción.
En este marco, junto con la importancia de los pequeños gestos cotidianos, el amor social nos mueve a pensar en grandes estrategias que detengan la degradación ambiental y alienten una cultura del cuidado que impregne a toda la sociedad.
Cuando alguien se reconoce llamado a intervenir junto a otros en distintas dinámicas sociales, como es la política tiene que recordar, que eso es parte de su fundamental condición humana. Para el Papa y nosotros esto es un llamado de Dios a ejercer el amor eficaz en bien del prójimo, porque esto es ejercicio de humanidad, de solidaridad, y de caridad que nos perfecciona, madura y santifica. Esto nos lleva y nos hace reconocer el camino de la espiritualidad cristiana, como un aporte al resto de la humanidad. No todos están llamados a trabajar de manera directa en la política, pero hay que tener en cuenta, que en el seno de la sociedad, existen una innumerable variedad de asociaciones que intervienen a favor del bien común preservando el ambiente natural y urbano, para proteger, sanear, mejorar o embellecer algo que es de todos. Y a su alrededor se desarrollan o se recuperan vínculos que dan lugar al surgimiento de un nuevo tejido social local. De esta manera se cuida el mundo y la calidad de vida de los más pobres, con un sentido solidario, que crea la conciencia de habitar la casa común que Dios nos ha prestado.
Estas acciones comunitarias, cuando expresan un amor que se entrega, pueden convertirse en intensas experiencias espirituales.
Seguimos promoviendo la espiritualidad del Samaritano, que habíamos mencionados en los primeros artículos. La espiritualidad del Samaritano no se queda en el movimiento afectivo que le despierta el hombre tirado al borde del camino, sino que ese movimiento interior del corazón, lo impulsa a curarlo, acompañarlo, y ponerlo a resguardo en la posada, y a ofrecerse a pagar lo que gaste de más. Esta es la humanización que promueve el Evangelio en cada persona, para que pueda realizar servicios en bien de los hermanos, y que lleve a la amistad social, la fraternidad universal, y la construcción de una Paz duradera.
Los abrazo, Hermanos Todos en el Señor.
Colaboradores de la Pquia. San Cipriano, y Padre Daniel.




