El Papa Francisco en la Carta Encíclica Fratelli Tutti, nos manifiesta la importancia del diálogo que ayuda a alcanzar consensos, para lograr la amistad social. El Papa nos hace recorrer un camino en el que hay que esforzarse por comprender que hay razones o ideas que van más allá de nuestra corta vida en este mundo. Y que deben servir para todas las generaciones de la humanidad.
Esto se convierte en un asunto difícil, cuando es la cultura la que se daña y se vuelve un obstáculo; y ya no se reconoce fácilmente la verdad o principios efectivos, para lograr acuerdos basados en convicciones sólidas. En este caso, las leyes sólo se entenderán como imposiciones caprichosas, porque no alcanzan a cubrir las auténticas necesidades de todos.
Entonces nos podemos preguntar, ¿Qué es la ley puede ser buena, sin la convicción alcanzada tras un largo camino de reflexión y de sabiduría, de que cada ser humano es sagrado e inviolable? Para que una sociedad tenga futuro es necesario que haya asumido un verdadero respeto hacia la verdad de la dignidad humana, a la que nos sometemos. Entonces no se evitará matar a alguien sólo para no ser condenado socialmente, ni por el peso de la ley, sino por convicción de que quitar la vida es un hecho motivado, por una mala intención de desprecio a su condición inalienable de pertenecer al género humano.
La verdad necesaria para alcanzar consensos, se logra por la búsqueda de los fundamentos más sólidos que están detrás de nuestras opciones, y también de nuestras leyes. Esto supone aceptar que la inteligencia humana puede ir más allá de las conveniencias del momento y captar algunas verdades que no cambian, que eran verdad antes de nosotros y lo serán siempre, porque indagando la naturaleza humana, la razón descubre valores que son universales, porque derivan de esta misma naturaleza que los hace permanentes.
De otro modo, ¿No podría suceder quizás que los derechos humanos fundamentales, considerados inviolables, sean negados por los poderosos de turno, luego de haber logrado el “consenso” de una población adormecida y atemorizada? A el relativismo actual, se suma el riesgo de que el más hábil y el más poderoso termine imponiendo una supuesta verdad.
Tengamos presente que, no hay ninguna diferencia entre ser el dueño del mundo o el último de los pobres de la tierra, porque antes las exigencias morales somos todos absolutamente iguales.
Lo que ocurre hoy, es que no existen el bien y el mal, en sí sino solamente un cálculo de ventajas y desventajas y al separarse de la razón moral el derecho, no puede referirse a una concepción fundamental de la justicia, sino que se convierte en una herramienta para imponer las ideas de los poderosos.
Entramos así, en una degradación de ir nivelando hacia abajo, por medio de un consenso superficial, negociador, y manipulador.
Hablamos de un diálogo que necesita ser enriquecido e iluminado por razones, por argumentos racionales, por variedad de perspectivas, por aportes de diversos saberes y puntos de vista, y que no excluye la convicción de que es posible llegar a algunas verdades elementales que deben y deberán ser siempre sostenidas. Estos valores básicos están más allá de todo consenso, los reconocemos como valores trascendentes a nuestras realidades y nunca deberían ser negociables.
En conclusión, no es necesario contraponer la conveniencia social, el consenso y la realidad de una verdad objetiva. Estas tres pueden unirse armoniosamente cuando, a través del diálogo, las personas se atreven a llegar hasta el fondo de las cuestiones planteadas, para lograr acuerdos sólidos que nos encaminen a alcanzar la amistad social.
Siguiendo con la motivación de divulgar esta propuesta de la Iglesia, que se llama Fratelli Tutti. Yo, el Padre Daniel, espero que podamos aprender a dialogar intercambiando opiniones, y trabajar mucho por hacer aportes en la construcción de idearios o normas de convivencia, que en el futuro lleven a la elaboración y promulgación de leyes que atiendan las necesidades de algunos individuos, sin que eso suponga descartar a otras personas. Sueño con que las futuras generaciones elaboren tratados internacionales de derechos humanos, donde se establezca un verdadero estándar legal para el cuidado de la casa común y de las nuevas generaciones humanas, donde la inclusión de los pobres y frágiles, no sea declamada, sino vivida en toda plenitud. Un mundo donde se cuide de las personas, no porque lo exige la ley, sino por la certeza de que cada vida humana es invaluable.
Espero que podamos ayudar a los futuros miembros de la comunidad, de manera que ellos puedan a su vez ser los constructores de una civilización, donde todos sean vistos y tratados como amigos, o mejor aún, como hermanos.
(F.T. 216-214)
Los abrazo, Hermanos Todos en el Señor.
Colaboradores de la Pquia. San Cipriano, y Padre Daniel.




