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General Las Heras

Una Nueva Cultura

“La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida”. Esta frase es usada por el Papa Francisco, para expresar su deseo de desarrollar una cultura del encuentro. Columna a cargo del padre Daniel Bevilacqua, de La Parroquia San Cipriano, dedicada a la reflexión espiritual.

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Continuamos con la lectura de la Encíclica Fratelli Tutti. Hay una canción de Vinicius De Moraes, que se llama Zamba de la bendición, y dice: “La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida”. Esta frase es usada por el Papa Francisco en, Fratelli Tutti, para expresar su deseo de desarrollar una cultura del encuentro. Francisco, manifiesta que es un estilo de vida tendiente a conformar ese poliedro que tiene muchas facetas, muchísimos lados, pero todos formando una unidad cargada de matices, ya que el todo es superior a la parte. (Evangelii Gaudium).

El poliedro representa una sociedad donde las diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, aunque esto implique discusiones y prevenciones. Porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible y esto implica incluir a las periferias. Quién vive en ellas tiene otro punto de vista, ve aspectos de la realidad que no se reconocen desde los centros de poder donde se toman las decisiones que nos van a regir a todos.

Entonces, hablar de cultura de encuentro significa que como pueblo nos apasiona intentar encontrarnos, buscar puntos de contacto, tender puentes, proyectar algo que incluya a todos. Esto se ha convertido en un deseo por un estilo de vida nuevo.

Integrar  a los diferentes es mucho más difícil y lento, aunque es la garantía de una paz real y sólida y esto no se consigue agrupando sólo a los puros, porque aun las personas que puedan ser cuestionadas por sus errores, tienen algo que aportar y no debe perderse.

Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias.

Por lo tanto, cuando un sector de la sociedad pretende disfrutar de todo lo que ofrece el mundo, como si los pobres no existieran, eso en algún momento produce consecuencias. Ignorar la existencia y los derechos de otros, tarde o temprano provoca alguna forma de violencia, muchas veces inesperada. Los sueños de la libertad, la igualdad y la fraternidad pueden quedar en el nivel de meras formalidades, porque no son efectivamente para todos.

En consecuencia, un encuentro social real, exige un verdadero diálogo de las grandes formas culturales que representan a la mayoría de la población.

Un pacto social realista e inclusivo debe ser también un “Pacto Cultural”, que respete y asuma las diversas cosmovisiones culturales que coexisten en la sociedad.

Por ejemplo, los pueblos originarios no están en contra del progreso, si bien tienen una idea de progreso diferente, muchas veces más humanista que la cultura moderna de los “desarrollados”.

Esto nos indica, que un pacto cultural supone renunciar a entender la identidad de un lugar de manera monolítica, y exige respetar la diversidad ofreciéndole caminos de promoción y de integración social.

Este pacto también implica, la posibilidad de ceder algo por el bien común. Así el diálogo de quién cree que debe ser fiel a sus principios, tiene que reconocer que el otro también tiene el derecho de tratar de ser fiel a los suyos. Es el auténtico reconocimiento del otro, que sólo el amor hace posible, y que significa colocarse en el lugar del otro para descubrir qué hay de auténtico, o al menos de comprensible, en medio de sus motivaciones e intereses.

Todo diálogo que nos conduce al encuentro con el otro, para lograr un pacto social y cultural, nos impulsa al cultivo de la amabilidad. San Pablo, menciona esta condición como un fruto del Espíritu Santo, para ayudar a los demás a que su existencia sea más soportable, sobre todo cuando cargan con el peso de sus angustias y problemas. El cultivo de la amabilidad en el trato, supone la valoración y respeto, y cuando se hace cultura en una sociedad transforma profundamente el estilo de vida, las relaciones sociales, el modo de debatir y de confrontar ideas. Facilita la búsqueda de consensos y abre caminos donde la exasperación destruye todos los puentes.

Vamos a poner un ejemplo práctico a todo esto. Para que estas ideas no queden en ilusiones. La nueva cultura será posible, si se tiene en cuenta cuando dialogamos con otras personas de distinta identidad cultural la riqueza que nos pueden aportar.

Les contaremos la experiencia del Padre Pedro Opeka, misionero de la congregación de san Vicente de Paul. Su experiencia nos muestra que esto es posible, si al hacer acuerdos consensuados entre los lugareños, para lograr metas importantes como sacar de la pobreza a la gente. Para el Padre Pedro, lo primero es escuchar lo que ellos necesiten decir, para poder comprender su aporte cultural, y luego le presentamos nuestra idea, sin imponerla.

Esto ocurrió cuando tuvo que elaborar las reglas básicas de comportamiento en la comunidad de Akamasoa, en Madagascar, donde él vive hace muchos años. Entonces, tenía que tener en cuenta cómo era la gente involucrada, de donde venían, y tener en cuenta su historia de analfabetismo, malnutrición, costumbres propias y una mentalidad difícil de cambiar.

A pesar de esto, se pudo lograr un proyecto humanitario, porque cada uno de ellos dio su opinión y fue instrumento y signo de diálogo, de unión y de respeto por el otro. Esto creó raíces profundas, permitiendo que un día, todo empezó a funcionar; la gente que se sintió dueña del proyecto empezó a responder, por el solo hecho de haberse considerado escuchados.

Gente como el Padre Opeka, la Madre Teresa de Calcuta, Don Orione, entre otros, nos muestran que es posible el sueño grande de Dios, “Que todos seamos una sola familia para gloria suya”. La propuesta de la Iglesia en Fratelli Tutti, no es una ilusión irrealizable. Es proponer un sueño solo realizable por personas que estén más interesadas en el bien común que en sus propios intereses. Dejémonos contagiar por el sueño de Dios, y seamos dóciles a este soplo del Espiritu Santo.

Espero que podamos despertar en los futuros miembros de la comunidad, el sueño de ser los constructores de una nueva cultura, donde todos sean tratados como hermanos.

(F.T. 215-224)

Los abrazo, Hermanos Todos en el Señor.

Colaboradores de la Pquia. San Cipriano, y Padre Daniel.

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