El resultado electoral en la provincia de Buenos Aires dejó al descubierto no solo una derrota política, sino también el desprecio de ciertos sectores hacia la voluntad popular. Esta vez, la reacción no vino de usuarios anónimos en redes sociales, sino de figuras con micrófono, cámara y poder de influencia.
Diego Recalde, convertido en nuevo intelectual orgánico del mileísmo, afirmó en una entrevista con Reynaldo Sietecase que el voto al peronismo en territorio bonaerense se debe a una “pulsión de muerte”. Así, 3.8 millones de personas, de distintas clases sociales y regiones, habrían decidido lanzarse colectivamente al abismo.
El periodista Antonio Laje reforzó la misma línea en su programa de A24: dijo que los bonaerenses “no pueden quejarse más” por la inseguridad, porque el voto fue un aval a la gestión de Axel Kicillof. También habló de una provincia “estallada”, sin aportar un solo dato concreto.
No se trata solo de opiniones desinformadas. Se trata de relatos que exudan odio, prejuicio y una incomprensión total de la vida cotidiana de millones. Porque lejos de ser un acto irracional, el voto tiene fundamentos muy claros. Basta con hacer cuentas.
Un jubilado que cobra menos de 400 mil pesos y pierde los remedios. Un trabajador que paga transporte más caro cada 15 días. Una familia de clase media con ingresos por dos millones de pesos que debe destinar 200 mil a la luz, 600 mil al alquiler y 150 mil a expensas. A eso se suman los precios de la comida, la ropa o una simple salida. Lo que para algunos es una cena cara, para otros es el ingreso mensual.
Pero hay más. En la Provincia se genera el 50% de la producción industrial argentina. Esa producción genera empleo, clase media, ascenso social. Por eso es que sigue habiendo tanta migración a la región. Es pujante. Sin embargo, el presidente Milei impulsa una política económica que está destrozando a los empresarios nacionales, especialmente a los industriales. Y eso no es casual ni inocente.
La derecha argentina históricamente ha sostenido que el país no debe desarrollarse ni tener un tejido industrial vigoroso. ¿La razón? Esa estructura económica genera sindicatos, organización y derechos laborales. Si en la Provincia está el 50% de la industria, eso quiere decir que millones de bonaerenses dependen de ella para sobrevivir.
El gobierno nacional aplica una política que destruye esa industria. Entonces, ¿por qué sorprende que la región productiva por excelencia vote en contra? Es exactamente al revés de lo que sostiene Recalde. No es pulsión de muerte: es instinto de supervivencia.
Incluso el tema de la inseguridad, eje central de los discursos alarmistas, pierde fuerza cuando se miran los números. La tasa de asesinatos por cada 100 mil habitantes —única medida aceptada internacionalmente— es en la Provincia de 4,5. Está en línea con el promedio nacional y es de las más bajas del continente. En Estados Unidos, por ejemplo, fue de 6,3 en 2022 y de 5,8 en 2023.
Frente a esta realidad, la pregunta debería ser otra: ¿por qué algunos insisten en no verla? ¿Por qué el voto popular incomoda tanto cuando no responde a las lógicas de la elite mediática y política? Tal vez porque no se trata de entender: se trata de negar.
Negar que el voto fue político. Negar que fue racional. Negar que fue, simplemente, una forma de decir: “Así no”.
Fuente:tiempoa