Intrigantes y fascinantes sucesos envuelven a esta historia del arte en donde convergen dos naciones, dos culturas, varios artistas argentinos y un mexicano.
David Alfaro Siqueiros artista muralista mexicano fue invitado en el año 1933 por la sociedad aristocrática Amigos del Arte seguramente por Victoria Ocampo y Oliverio Girondo quienes gestionaron su venida y la posibilidad de mostrar su obra, dar charlas y conferencias.
Apenas dejó traslucir su perfil comunista y su interés por un arte al servicio de la lucha de clases, el diario de ultraderecha Bandera Argentina no tardó en manifestarse y calificar a su obra de “monigotes”.
La sociedad conservadora porteña lo censuró y prohibió cualquier intento de discutir el arte como lucha y emancipación, y mucho menos la pintada en barrios como San Telmo o murales en los silos de Puerto Madero, su arte era muy combativo y la sociedad de los años 30 era muy conservadora.
Natalio Botana el director del diario Crítica, quizá vulnerable a su excentricidad, le propuso a Siqueiros que realizara un mural en el sótano abovedado de su propia casa quinta llamada “Los Granados” ubicada en la localidad bonaerense de Don Torcuato, partido de Tigre, que través de su diario convocó a artistas argentinos elegidos por Siqueiros como Berni, Spilimbergo, Castanigno y el escenógrafo uruguayo Enrique Lazaro, quienes eran afines a su pensamiento, los mismos que luego de 10 años pintan la galería pacifico de la Ciudad de Buenos Aires.
Siqueiro viajó con Blanca Luz Brun, poeta uruguaya con quien mantenía una relación sentimental; Blanca Luz ofició de modelo para la realización del mural; lo cual trajo muchas controversias y pasiones desatadas, todo se producía en un sótano abovedado, donde las figuras humanas danzaban el erotismo y la complicidad tanto las corpóreas como las plasmadas en forma envolvente como adorando una burbuja.
Siqueiros denominó al ejercicio Caja Plástica transparente sumergida en el fondo del mar a cuyas paredes se acercan los personajes flotando y en cuyo centro se encontraba el punto de vista del espectador.
Esta fue la primera gran obra mural que se hizo en Buenos Aires y resultó ser una de las más importantes de América del Sur. La única obra de Siqueiros donde su temática no era política revolucionaria sino que fue un acto de amor a su pareja Blanca Luz.
Durante meses se ensayaron distintas angulaciones, empleando un proyector de diapositivas que distorsionaba las figuras de desnudos femeninos, reemplazando a los trazos en carbonilla, que eran pintados con un aerógrafo, en lugar de con pinceles, y con pinturas sintéticas a base de silicatos, que al fraguar el revoque se deshidratan en sílice puro y se depositan en la mezcla de cal, arena y cemento de la pared, formando una capa de color que es capaz de resistir el paso del tiempo.
Los trazos iban de una pared a otra, trepando al techo y terminando en el piso, de modo que el espectador se sentía en el centro de una burbuja flotante.
El sótano de la quinta de Botana era un espacio abovedado de 90 metros cúbicos y una superficie de 200 metros cuadrados, íntegramente pintados, dos ventanas a la izquierda de la única puerta daba una tenue y sugerente iluminación.
El tema de la obra le surgió a Siqueiro imprevistamente. “Fue durante un descanso —relató Castagnino— que nos tomamos luego de realizar mediciones, analizar los revoques y planificar el tratamiento técnico.
Siqueiros se había asomado a un aljibe de la quinta observando su imagen reflejada y la deformación de las proporciones que se producían al acercar la mano a la superficie del agua, el movimiento ondulatorio de esta y la simultaneidad de los perfiles, la característica de los materiales y la técnica revolucionaria hizo que perdurara en el tiempo resistiendo a la desidia de gobiernos y estructuras judiciales y mujeres despechadas como Salvadora Medina Onrrubia presumiendo una relación amorosa entre Botana, su marido y la modelo, mando pasarle ácido muriático, como no lo destruyo lo cubrieron de cal y cerro el sótano, sus deseos eran que no exista vestigio del mural ni de lo sucedido mientras se realizaba.
Al morir Botana la quinta junto con el mural pasó de dueño en dueño y en ese tramo soportó abandono, incendios, humedad hasta que en 1989 compró la quinta la firma SEVILLE S.A, donde su presidente un tal Mendizabal vendedor de autos usados de Morón tuvo la idea de exponer el mural por distintos lugares del mundo y para eso contrató un equipo de 25 personas entre restauradores e ingenieros. Lo desmontaron, lo dividieron en 7 partes de 1 cm de espesor cada una, incluido el piso.
La firma no pudo afrontar los gastos y se declaró en quiebra. Nuevamente el mural sufriría las peores penurias en 1992 por una medida cautelar de la justicia fue abandonado en un depósito de Don Bosco (San Justo La Matanza) en 4 contenedores y el 5to contenedor a Marcos Paz Pcia de Bs As.
En mayo de 2001 el mural fue declarado Patrimonio Cultural de la Provincia de Buenos Aires por la legislatura provincial, permite la intervención del Estado aún en el caso de obras embargadas judicialmente, como en este caso, restaba esperar que la Secretaría de Cultura de la Nación obtenga la declaración de Patrimonio Nacional del Mural, para evitar que el mismo salga del país, salvando a este exponente del patrimonio histórico-cultural argentino.
En el 2003 el presidente Nestor kirchner inició el proceso de rescate firmo un decreto en el que lo declara Bien Nacional Artístico e Histórico. El mural declarado así queda bajo la salvaguarda del estado argentino.
En 2007 por primera vez dejan a la comisión Siqueiros acceder a los contenedores se recupera el mural y comienzan la restauración y en diciembre del 2010 la presidenta Cristina Fernandez inauguró oficialmente junto al presidente de México Felipe Calderón “El Mural Ejercicio Plástico” en La Aduana Taylor Museo del Bicentenario.
Con “Ejercicio plástico” nació una obra que clausura el muralismo clásico renacentista, instalando al espectador en un punto interactivo con el espacio que lo envuelve, de modo tal que todo se disuelve en una pura virtualidad. Es el secreto de su magia. Es una obra única y una obra-bisagra en el arte muralístico del S. XX.