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Caridad humana, social, y política.

Columna a cargo del padre Daniel Bevilacqua, de La Parroquia San Cipriano, dedicada a la reflexión espiritual.

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El Papa Francisco en la Carta Fratelli Tutti, expresa que a partir del Amor Social, es posible avanzar hacia una civilización del amor, en la que todos podamos sentirnos convocados, porque el Amor Social es una fuerza capaz de promover vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy; y renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos.

La caridad está en el corazón de toda vida social, sana y abierta, nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une.

La caridad, necesita la luz de la verdad que constantemente buscamos y esta luz es simultáneamente la de la razón y la de la fe, sin quitarle valor a ninguna. Por eso tenemos que recurrir también al desarrollo de las ciencias y su aporte irremplazable para encontrar caminos concretos y más seguros para obtener los resultados que nos permitan cubrir las necesidades más importantes para la realización de los pueblos. Porque cuando está en juego el bien de los demás no bastan las buenas intenciones, sino lograr efectivamente lo que ellos y sus naciones necesitan para realizarse.

Es un acto de caridad el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer miseria.

Es caridad acompañar a una persona que sufre, y también es caridad todo lo que se realiza, aún sin tener contacto directo con la persona, para modificar las condiciones sociales que provocan su sufrimiento. Podemos ilustrar esto con ejemplos. Si alguien ayuda a un anciano a cruzar un río, eso es una delicada caridad, y el político que construye el puente para cruzar el río, también hace caridad.

Si alguien ayuda a otro con comida, hace caridad y el político que le crea una fuente de trabajo, ejercita una caridad que ennoblece su acción política.

La caridad en el corazón del espíritu de la política, es siempre un amor preferencial por los últimos, que está detrás de todas las acciones que se realicen a favor de cada uno de ellos. Sólo con una mirada cuyo horizonte está transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura, y por lo tanto verdaderamente integrados en la sociedad.

Lo dicho nos conduce, a la urgencia de resolver todo lo que atenta contra los derechos humanos fundamentales.

Los políticos están llamados a preocuparse de la fragilidad de los pueblos y de las personas. Cuidar la fragilidad quiere decir practicar la fuerza de la ternura y la lucha por la valoración de los que más sufren. Y no abrazar un modelo de una economía funcional al “privatismo-liberalismo” que conduce a la cultura del descarte.

Estamos lejos de una globalización de los derechos humanos básicos. Por eso la política mundial no puede dejar de colocar entre sus objetivos principales y urgentes el de acabar eficazmente con el hambre. Hoy se desechan toneladas de alimentos, esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, mientras la alimentación es un derecho inalienable.

Estas carencias que atentan contra una parte de la humanidad, necesitan de una política, capaz de reformar instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, para lograr el bien común a corto y largo plazo que permita superar las situaciones difíciles que padece la humanidad presente y probablemente la humanidad futura.

Los obispos de Portugal, expresaron: “la tierra es un préstamo que cada generación recibe y debe transmitir a la generación siguiente”. Por lo tanto la realidad social y política debe reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos, como ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el campo de la más amplia caridad, que es la caridad política, de la cual se beneficia la humanidad actual y también las generaciones futuras.

Leer este capítulo nos debería ayudar a revalorar la tarea política y verla como una fuerza transformadora para el bien. La influencia del pecado humanos (que no es una travesura, sino la ruptura con todos, sucumbiendo a mi egoísmo) desfigura y ensucia la tarea política. Esperemos que esta reflexión del Papa Francisco nos ayude a redescubrir el valor de la actividad social y la política impregnadas de caridad, movilizadora hacia el bien de todos los pueblos.

F.T. Cap. 5.

Los abrazo, Hermanos Todos en el Señor.

Colaboradores de la Pquia. San Cipriano, y Padre Daniel.

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