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Reconciliación reparadora como camino de esperanza humana.

Columna a cargo del padre Daniel Bevilacqua, de La Parroquia San Cipriano, dedicada a la reflexión espiritual.

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Siguiendo el camino que nos propone Fratelli Tutti, vemos como camino a la paz la necesidad de la reconciliación entre las personas y los pueblos. En la actualidad vivimos en sociedades heridas por sus conflictos y fracasos en la vinculación entre las personas. A pesar de esta realidad, cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, para ser parte activa de la rehabilitación y el auxilio de las comunidades, por medio de prácticas fraternas en un espacio de corresponsabilidad capaz de generar nuevos procesos de transformación.

Para comprender esto, es acertado recurrir al pasaje bíblico del samaritano, porque él es la persona que carga con el dolor del hombre judío herido en el camino, sin importarle las diferencias y la enemistad entre sus pueblos. Configurando con su actitud un modelo de reconciliación, que repara vínculos entre personas de pueblos enemigos. Pero además, el samaritano buscó a un hospedero para cuidar a aquél hombre; y salió de su acción individual para convertirla en un acto solidario y de cooperación en el auxilio del desvalido.

La propuesta que se extrae de este acontecimiento, es la de hacerse presente ante el que necesita ayuda, aunque no sea del propio círculo de pertenencia y extenderlo a aquellos con los cuales no tenemos ninguna relación.

El samaritano constituye un testimonio válido, que nos marca rumbos.  El Samaritano se hizo prójimo del judío herido, atravesando todo tipo de barreras culturales e históricas. Este encuentro misericordioso entre ellos nos impulsa a ampliar nuestro círculo, para dar a nuestra capacidad de amar una dimensión universal capaz de traspasar todos los prejuicios, las barreras y los propios intereses.

Para los cristianos, las palabras de Jesús tienen también otra dimensión trascendente; implican reconocer al mismo Cristo en cada hermano herido, abandonado o excluido, porque, quién cree, puede llegar a reconocer que Dios ama a cada ser humano con un amor infinito que le confiere una dignidad infinita. Y para quien no cree en Dios, esta enseñanza de Jesús, muestra el camino que satisface la búsqueda de la armonía y la paz en la convivencia humana, a la que todos aspiramos.

Por lo que venimos viendo, podemos arribar a las a las siguientes conclusiones:

1) Ya no decimos que tenemos prójimos, a quienes debemos ayudar, sino que nos descubrimos llamados a ser nosotros prójimos comprometidos a cuidar de otros, que son nuestros hermanos.

2) Tenemos que incluir de modo más directo y claro el sentido social de la vida humana, la dimensión fraterna de la espiritualidad, y la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y de todas estas motivaciones buscar la manera de respetar y amar a todos.

3) Que la reconciliación sea reparadora de nuestros vínculos, como camino de esperanza, es condición para renacer, a una cultura que pierda los miedos a nosotros mismos y a los demás. Y nos impulse a vivir la amistad social y mejor aún la fraternidad universal.

Los abrazo, Hermanos Todos en el Señor.

Colaboradores de la Pquia. San Cipriano, y Padre Daniel.

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